(Krishna)
Decía este gran filósofo hindú que, el hombre está pronto a ver las faltas de los demás, aunque del tamaño de la semilla de mostaza y de continuo permanece ciego a los suyos, aunque sean tan grandes como un árbol.
Con esta Reflexión ante mí y sobre la actitud de aquellos seres que en busca de su auto perfección, olvidan el detalle más importante como es, el mirar en el amanecer de cada día, no para confirmar su belleza o juventud, sino para mirar de manera profunda, hacia el negro abismo que su razonamiento o sus sentimientos los convierte en una persona inflexible para juzgar, pues al tener frente a su propia imagen, solo encuentra por que así lo desea íntimamente, la figura de quien desea lastimar o menospreciar, le mira con desprecio en busca de errores y defectos, el error más insignificante, tan solo busca para dimensionarlo y tratar de justificar su papel equivocado de juez, equivocado porque, resultan risibles todos aquellos que con su actitud solo muestran los irracionales sentimientos que tratan de ocultar con esta actitud, producto de su manera de ser ubicados en una imaginaria altura de su vanidad y limitada calidad moral les hace creer que en ellos hay un halo permeable que les da el privilegio de aspirar a una perfección que simplemente están muy lejos de alcanzar ante el desconocimiento de una de las grades virtudes ¡LA HUMILDAD!
Muy vacío debe estar el corazón de todos aquellos que se encuentran vagando de manera perdida en el mundo de la autocrítica, cobijados por sus torpezas que cada vez los hacen más imperfectos y totalmente opuesto a sus propias evaluaciones, de esta manera el tiempo corre cada día que viven sin enmendar sus actitudes, son como náufragos que sin faro alguno se alejan cada vez más de la tierra firme, sienten imperdonable los errores ajenos, de esta manera viven sin reparar en sus propios errores, cobijados por la soberbia, el orgullo y rencores que no corresponden. En fin, como escribiera el gran escritor español Ortega y Gasset “A veces pienso que los hombres como humanos, hemos venido al mundo para no tolerarnos”, tan solo por esa tontería de juzgar las culpas o errores ajenos en ignorar las propias, de dimensionar lo que es intranscendente y esperar que los demás vean nuestros errores como virtudes.
La Reflexión que pone fin a la maldad, tan solo trata de que nos lleve a recordar que somos humanos, que tal vez nuestros defectos sean caros, que hay que pagarlos, solo que, las facturas las debe pasar la vida y pagarla aquí, ésta no cobra de más y sin embargo puede exigir a cambio de esas deudas contraídas, lo poco que de alguna manera acertadamente y que ante la imperfección general de la humanidad, acabamos por entender y poner en práctica. Yo estimo que nadie, absolutamente nadie, tiene la capacidad moral, para juzgar a un semejante, posiblemente nos pongan ante un juez de este mundo, al cometer un acto fuera de las leyes humanas, pero un error moral, un error que en el amor lastime a alguien, sin duda alguna es grande y costoso, por eso, se agrega al equipaje que llevamos cargando hasta el final de nuestro camino.
“Es ahí donde, como un acto íntimo, solo escucharemos nuestra voz…»