Asturias, así te recuerdo… – José Ramón González García (MONXU)

A todos los asturianos que vivimos fuera de nuestra TIERRINA y que cuando escuchamos el sonido de una gaita entonando ASTURIAS PATRIA QUERIDA, se nos forma un nudo en la garganta y brota de nuestros ojos una lágrima de nostalgia.

Asturias así te recuerdo, como un gran navío geológico que tiene la proa metida en Santander y la popa descansando en Galicia.
Podemos decir que está anclada entre dos (llamémosles) ondulaciones. La Meseta Castellana, en esa tierra, “Que no es ciñó tierra”, en el decir de Ortega y Gasset, y la otra, que no es sino agua que azota, la muerde en el flanco costero desde el Génesis y ofrece a sus hijos asturianos el sendero inconmensurable del bienestar y la aventura.
Por eso al acercarnos al costado de ese metafórico navío, lo primero que divisamos es su encrespada arboladura.
Al asomarnos a las Asturias desde cualquiera de los puerto (pasos de cordillera) como el Pontón, Tarna, Leitariegos, San Isidro, Pajares, Peña Ubiña, descubrimos esas cuñas de roca caliza, catedrales góticas de la edad de piedra, que miran al cielo mezclándose con las nubes y la niebla.
Asturias, tu geografía está en tercera dimensión hacia el cielo. Tu tierra es vertical, firme y vertebrada, en cada montaña, cada plegamiento de rocas es como una  vertebral, firme y vertebrada, en cada montaña, cada plegamiento de rocas es como una vertebral colosal de gran espinazo que tiene su culminación en el macizo de los Picos de Europa, Peñas Santas, El Llambrión, Peña Vieja, El Cornión, Urrieles,(El Uriellu (Naranjo de Bulnes) y Torrecerredo; cumbres del mundo físico, ruecas de piedra en donde se hilan los copos de nieve que trae el viemnto frío del Nordeste.
La aventura turística en Asturias no se hace sin que haya un sinnúmero de peripecias. Lo mismo si se descuelgan desde un avión, las nubes pueden ser un blando camino para saltar la cordillera y bajar sobre ese mapa de retorcidos venajes fluviales y conos grises, que emergen de un flanco mar de niebla, o que se se deja ir en automóvil por el tobogán del Pajares, o por el tren ferroviario, que como tornillo sinfín se deja bajar desde el tunel de la Perruna hasta el Puente de los Fierros, o subir en viceversa, con la máquina de tracción eléctrica que transita desde Gijón-León, León-Gijón, con más de cien kilómetros de recorrido.
Asturias tu tienes los contrastes tan fuertes en tu orografía que no importa tanto tus colores – Sinfonías de verdes y grises – como las formas del interno armazón de tu arquitectura; tus montañas, es cierto que el paisaje halaga vistosamente, pero además subyuga el espíritu, lo anonada su grandeza. Es el (Paraíso Terrenal, dicho con la pluma de Ortega y Gasset).
Es la del Principado una estética esencial y radical, telúrica, que tiene tanto a lo bello como a lo sublime. Así como en la radiografía de un cuerpo humano, sólo las interiores osamentas dejan sombras reveladoras, en una “radiografía” de Asturias, de tu suelo y tu historia, son las piedras de tus montañas que  conservan su pureza geológica, esculturas modeladas en siglos u siglos por el agua, viento, nieve y hielo, dedos invisibles de la Madre Naturaleza, como si hubiera sido esculpidos por el hombre, como hace sus monumentos a la que deja adherida lo más noble de su alma UNA RAZA, son los que nos permiten descubrir lo que tiene esta TIERRINA del más sano, perenne y espiritual.
Pasados los puertos mencionados y los hondos escobios (hoces y cañones), tajos de centenares metros, por los que a fuerza de partir montañas se abrieron surcos por donde discurren los ríos en sus propios caminos hacia el mar, entramos en las Asturias bajas, una tierra verde y húmeda, con suave vestidura forestal y botánica, con maizales exuberantes y prados en los que florecen, todavía, manzanos del paraíso de cuyos perfumados frutos se extrae la SIDRA espumosa, que beben los asturianos cuando quieren sentirse optimistas y exaltados por el entusiasmo. De la SIDRINA (de esta sidrina burbujeante) ha dicho con ático decir Valentín Andrés Álvarez: “SI POR LA MANZANA PERDIMOS EL PARAÍSO, POR LA SIDRA VOLVERÍAMOS A ÉL”.
Y después de esos valles fluviales por los que corren los ríos entre los prados con manzanos, donde los campesinos cantan romanzas y los turistas pueden tomar fotos de dibujos rupestres en las cuevas del Paleolítico asturiano, se llega al costado verde de este navío de 324 kilómetros de rizada rivera, entre Tinamayor y el Eo, con anchas rías, líquidos espejos que en las nueve villas costeras se miran de perfil. Con tranquilos fiordos, y sumergidos cielos navegables que esconden el enigma geográfico de Niega, que conocieron Plinio y Estrabón.
Se habló con frecuencia del ruralismo asturiano. Ortega y Gasset escribía en el año 1925 que aún en las ciudades viejas y próceres – Oviedo y Gijón – que prolongan la brillante tradición de cultura refinada perdura un fondo rural. En todos los satures “Bajo los modales de la ciudad continúan latiendo, corazones labriegos, pescadores y mineros”.
La observación es muy acertada y no se aminora su verdad con el tiempo. Cuanto más se ha industrializando Asturias y más se modernizan sus comunicaciones y se urbanizan no sólo sus ciudades, sino las villas, que han crecido desmesuradamente, al impulso de la minería y la industria (en vías de desaparición) la observación de Gasset se hace más verdadera. La TIERRINA, sus campos y sobretodo sus montañas tienen tal belleza y capacidad de atracción que, pase lo que pase, siguen reteniendo al asturiano unido amorosamente a sus faldas y a la campiña circundante. A nuestra tierra que la llamamos amorosamente “LA TIERRINA”, como nombramos a la VIRGEN DE COVADONGA “LA SANTINA”, y a la Novia o  Esposa “LA GUAPINA”.
El asturiano puede nacer en la ciudad, villa o aldea, establecerse en Madrid, París, México, La Habana, Buenos Aires. Puede ser empleado, artesano, intelectual o millonario, vivirá bien o mal, se adaptará a los ambientes más diversos y refinados, pero no dejará de soñar con un prado verde, un bosque frondoso, un claro y frío río, una montaña escultórica y ese mar que golpea y baña el costado de ese navío asturiano.
Por eso “Pepe Francisca” el indiano millonario, personaje simbólico del cuento de CLARÍN, creía que los malestares de su estómago y los cansancios de su alma se curarían con un buen “CACHU DE BORAÑA DE CARREÑO” y un poco de lo que él llamaba “AIRE NATURAL”.
El asturiano cuando emigra deja el cabo de su raíz biológica enterrado en un valle o amarrado al pico de una montaña. Será siempre el cordón umbilical, la cordial arteria por la que sigue recibiendo de LA SO TIERRINA NATIVA lo que tanto necesita para vivir; su nostalgia y ensueño.
América está llena de nostalgias y ensueños asturianos, del BABLE, de canciones, de “IUJU-JUS”, de sollozos, de sonidos de GAITAS que sólo suenan en la imaginación de nosotros los emigrantes. Y cuando el astur pierde por el mundo todas las ilusiones del regreso, todavía conserva la esperanza de morir en el regazo de la MADRE, ASTURIAS PATRIA QUERIDA, y con los ojos llenos de su paisaje.
Esta veneración de los hombres asturianos, explica muchas cosas de ASTURIAS y su psicología, su nostalgia con poéticos personajes como las XANAS, los NUBERUS, y los VENTONES, las supersticiones envueltas en una narración poética; las danzas seculares, casi druídicas, del PERICOTE,  LA DANZAS PRIMA, y el CORRI – CORRI, las músicas elementales del FOLKLORE PIRENAICO,  que también conservan su ancestral ritmo en los pueblos de montaña.
Se explica, hasta ese arte original que la HISTORIA DEL ARTE llaman, PRERROMÁNICO, Iglesias Liliputienses de Villaviciosa, Valdediós, Oviedo, Naranco y Pola de Lena, que en los tiempos de Alfonso III y Ramiro I, se inauguraron. Las habían hecho los arquitectos visigóticos que huían de la Castilla Mozárabe y buscaban refugio en las tierras libres de los residentes transmontanos, godos y satures, tras las fortalezas naturales de la cordillera al abrigo de las montañas forestales de Covadonga y al amparo de nuestra “SANTINA PIQUIÑINA Y GALANA” que tenía y tiene su altar de roca viva entre los hermosos fresno verdes y frondosos.