Esta es la historia de un viejo granjero de las heladas estepas siberianas, quien al morir su esposa quedó solo con un hijo de doce años, al que con sacrificios educó, al llegar a la mayoría de edad se casó y se quedó a vivir con su padre. Los años pasaron y el matrimonio tuvo dos hijos, el mayor de ellos siempre alternó, amó, y respetó a su abuelo, quien empezó a sentir el peso de los años y su necesidad de dependencia del cariño y apoyo de aquel hijo a quien dedicó su vida.
Sin embargo, a la mujer de su hijo, le empezó a incomodar la presencia del buen viejo, lo trataba de mala manera y buscaba siempre pretextos para reprocharle su vejez y poca ayuda en el hogar. Así un día, la mujer le propuso a su marido que era necesario que su padre dejara la pieza que ocupaba para dormir, puesto que sus hijos ya estaban grandes y necesitaban independencia y tranquilidad para sus estudios, a lo que aquel hombre respondió “¿Pero no se que les pueda molestar mi padre?, así que tampoco encuentro razón para pedirle a mi padre la pieza, es más, ¿a dónde va a ir a su edad?, no sería justo condenarlo a una soledad, él me ha dado todo desde que mi madre murió”.
La mujer quedó demasiado molesta con las respuestas de su marido, y siguió buscando la forma de darle motivos a su marido para que accediera a su capricho, pensando en ello recordó que podía tener un espacio en el granero. Al insistir sobre el deseo de sacar de la casa a aquel pobre viejo, le propuso a su marido la idea de enviarlo al granero supuestamente nadie le molestaría y estaría tranquilo, aunque en el fondo el objeto era echar de la casa a quien todo les había dado.
El hombre que carecía de carácter solo preguntó “¿de qué manera le puedo decir a mi padre, que nos estorba en la casa y que es necesario que vaya a dormir fuera de la que fue su casa?, ¡es su casa!, él tiene más derecho que todos nosotros a ello”. “¡No importa!”, respondió aquella mujer, con su dureza y junto con su marido estaban olvidando que el tiempo no perdona a nadie, y que su acción sería de conciencia.
Así, una mañana aquel hombre le dijo al viejo,”sabe padre, la casa ya es demasiado chica para todos y hemos pensado que para su mayor comodidad, duerma fuera de la casa, mi mujer te ha buscado acomodo en el granero”, el hombre comprendió que lo consideraban un estorbo por sus años, que su hijo había olvidado que el patrimonio del que disponía ahora junto con su mujer y sus hijos era el fruto del esfuerzo de muchos años de su madre y de él. Sin decir nada respondió “¡está bien hijo!, no importa que pase fríos, mañana me iré como lo ha dispuesto tu mujer, solo deseo que tus hijos con los años te sepan apoyar y amar como mereces”.
Cuando el viejo tomó sus cosas y se dirigía al granero, el hijo mayor que tanto quería a su abuelo le preguntó “¿A donde vas abuelo?”, ”al granero hijo, de hoy en adelante allá dormiré porque así lo han dispuesto tus padres, me consideran un estorbo”, el chico quedó callado y triste, su padre le ordenó,” ve a la casa y trae una frazada para tu abuelo que desde hoy vivirá en el granero”.
El chico obedeció, tomó aquella vieja frazada, la estrechó con calidez, después tomó las tijeras y la empezó a cortar por la mitad, su padre al sorprenderlo en esa tarea, tratando de reprenderlo le dijo “¿por qué cortas la frazada que es de tu abuelo?”, el chico mirándolo a los ojos le respondió:
“Sabes padre, me has enseñado el trato que se le debe dar a quien todo nos dio y el concepto de la gratitud, por eso he pensado que dentro de algunos años, mi mujer y yo te mandaremos al granero y la otra media frazada es para cuando tu seas viejo”.
Esta hermosa historia del gran escritor ruso Tolstoi, me vino a la mente la reflexión que diré a continuación por conmemorar el día de los padres.
¡Hagamos una reflexión a este día!
Sin duda alguna que la madurez es la etapa de la reflexión para todos nosotros, los que somos padres, y como regla general, llevamos en nuestra conciencia el sentimiento de los actos propios de la inexperiencia. Pero el tiempo que todo lo vence nos lleva a la esperanza de hallar en los hijos comprensión, pues de ninguna manera ellos se pueden sentir a salvo de errores o de situaciones imprevistas , por lo tanto se deben cuidar de hacer el papel de jueces de sus padres. Quien así lo piense llevado por la soberbia o la ingratitud no debe olvidar que el mundo es como una noria que cada tiempo regresa en otro tiempo y recordar que cada quien tendrá en su tiempo y momento para rendir cuentas de sus actos en la vida que le está correspondiendo, quien piense lo contrario, ha de creer que a ellos no les aguarda ningún tribunal.
Nadie puede prevenir el futuro y lo que les reserva el destino, más no deben olvidar aquello que dice: Por severo que sea un padre juzgando a un hijo, nunca es tan severo como un hijo juzgando a un padre.
Sin misticismo alguno, los padres somos o hemos sido las lecciones de vida, sino fueron lo acertado que deberían, lo decidirá la misma vida.
Después de esta reflexión y estar cerca del festejo que la sociedad dedica a los padres me vino a la mente los cambios que la sociedad en su modernidad ha tenido al correr de los años, viendo como las familias han dado un sorprendente giro de ciento ochenta grados, o sea, hay comportamientos y situaciones familiares totalmente opuestos a lo que era a mitad del siglo pasado. En el seno de la familia la personalidad y disciplina entre padres e hijos estaban bien definidas, con esto no quiero decir como suelen hacerlo que “El tiempo pasado fue mejor” ¡de ninguna manera, no es mi intención!, las cosas se dan por alguna razón de ser, porque mi pregunta es ¿Cómo podemos observar los cambios evolutivos de la humanidad sino es el principio de los hogares?
Para mi siempre estarán frescos los recuerdos de mis padres, mi Madre llena de disciplina quizá muchas veces injustas, No la juzgo, esto me hizo ser un hombre fuerte de carácter de luchador y triunfador a pesar de todos los escollos que me pusieron en mi camino, mi Padre, hombre de pocas palabras, justo, amoroso, inteligente a pesar de su poca escolaridad , ya que comenzó su vida laboral a los nueve años de edad en las minas de carbón de hulla, su sabiduría nata que con pocas palabreas eran conductoras de la justicia, la bondad y la amistad. Estas dos fuerzas han sido mis guías en la vida y jamás me he apartado de ellas, porque con la disciplina camina mi Padre conmigo, siempre a mi lado, con su directriz por el camino del bien hacia los demás seres.
Hubo otra parte en mi vida, mi abuela materna, mi Marcelina, llena de amor y dulzura, de apapachos, de bondad, de cariño ¡Que recuerdos tan bellos!
Así crecí y así soy, los aciertos y errores como padre ¡son míos! No se los cargo a nadie, son parte de mi mismo, he procurado siempre junto a mi esposa que elegí para toda mi vida, seguir en la línea recta que me enseñaron mis progenitores y solamente la vida es la que me juzgará, en lo bueno y lo malo, solo ella y nadie más.
Admiro a los hijos que se mantienen al margen de los errores o aciertos de sus padres (como los míos), recordando que ellos tienen sus propios errores y aciertos que deben resolver sin ninguna intromisión, así debe ser, de esa forma llevarán una vida tranquila y en armonía, en paz y sobretodo lo más importante autónoma.
Yo como humano, aprendí con los años, he disfrutado mi vida plenamente con el egoísmo natural, trabajar, respetar, comunicar, lograr lo necesario, ni más ni menos, dejar la huella en el camino andado, un camino común, nada extraordinario, nadie me ha ablandado, posiblemente los años… los años no pasan en balde.
Hoy viene a mi mente toda la película de lo que he pasado y me satisface lo que hice, no encuentro nada censurable, pero eso sí, en este mundo no hay ser humano lo suficientemente capaz y merecedor para ser juez de nadie, solamente la vida tiene ese derecho y nos juzgará, admitamos entonces ese juicio con verdadera HUMILDAD.
Que seáis ahora y siempre muy felices. Monxu.